Una posible gobernanza global

 

Vivimos en un mundo tan integrado en el que lo que antes eran desafíos locales lo son globales. Los problemas más importantes de la actualidad, como el cambio climático, el crecimiento sostenible, la pobreza o los flujos migratorios no entienden de nacionalidades ni fronteras, sino que tienen carácter supranacional. En consecuencia, esos desafíos no pueden afrontarse con soluciones nacionales. Por el contrario, las respuestas deben ser globales, ya que esta es la naturaleza de los problemas, y para ello se necesitan acciones globales. El problema es que el entramado de instituciones multilaterales actuales no es adecuado para gestionar esos desafíos. Para afrontarlos con éxito se necesita un nuevo sistema de gobernanza global. Una posible solución al problema entre globalización, autodeterminación nacional, democracia y estabilidad social es la gobernanza mundial.

La gobernanza mundial es el sistema formado por el conjunto de reglas, procesos y actores, institucionales y otros, que rigen el planeta o más concretamente, que intervienen o forman parte de las tomas de decisiones que tienen lugar a escala planetaria. El alcance temático de la gobernanza planetaria en la actualidad se extiende más allá de la seguridad y la resolución de conflictos, temas propios de las relaciones internacionales, y abarca ámbitos como el cambio climático, la contaminación, la gobernanza energética y de los recursos, la biodiversidad, el desarrollo, la producción económica, la moneda, las finanzas, el consumo o el papel de la industria armamentística en un mundo de relativa paz. 

Podemos imaginarnos una gobernanza global como una especie de federalismo mundial, como ejemplo de esta posibilidad podemos ver la Unión Europea. Organización de países europeos, formada en 1993 para supervisar su integración económica y política. Fue creado por el Tratado de Maastricht y ratificado por todos los miembros de la Comunidad Europea (CE), a partir de la cual se desarrolló la UE. La exitosa CE había hecho que sus miembros fueran más receptivos a una mayor integración y proporcionó un marco para la acción unificada de los países miembros en seguridad y política exterior y para la cooperación en asuntos policiales y judiciales. En la búsqueda de su principal objetivo de crear un sistema monetario común, la UE estableció el euro, que reemplazó las monedas nacionales de 12 de los 15 miembros de la UE en 2002. Originalmente confinada a Europa occidental, la UE se amplió para incluir varias monedas de Europa central y oriental y países a principios del siglo XXI. Las principales instituciones de la UE son la Comunidad Europea, el Consejo de Ministros (un foro para ministerios individuales), la Comisión Europea (una burocracia administrativa), el Parlamento Europeo, el Tribunal de Justicia Europeo y el Banco Central Europeo. En 2012, la UE recibió el Premio Nobel de la Paz.

Sean Cleary, director general del Center for Advanced Governance, presidente de Strategic Concept y vicepresidente ejecutivo de la FutureWorld Foundation, explica como podría diseñarse un nuevo sistema de gobernanza global.

Para diseñar ese sistema de gobernanza global, lo primero que hay que hacer es comprender la naturaleza de la sociedad humana. Cleary señala que se trata de un sistema complejo, incapaz de someterse a un control directivo, inmerso en la biosfera planetaria y en proceso constante de adaptación. Esas características de complejidad, ausencia de dirección y evolución permanente han dado lugar a la aparición de una gran asimetría entre la escala de la economía global y la profundidad de la misma y explican tanto el estado actual de las relaciones internacionales como la ausencia de una comunidad global inclusiva. Esta asimetría está generando problemas porque supone la ruptura del proceso de transición de lo local a lo global.

Una segunda cuestión que es preciso tener en cuenta es que el orden global actual se estructura sobre valores occidentales, señala Cleary. El problema es que esos valores no son necesariamente universales. En consecuencia, hay que empezar a aceptar que vivimos en un mundo global y heterogéneo, en el que la globalización de corte anglosajón representa un desafío para otros tipos de valores sociales y culturales que da lugar a reacciones de carácter etnocentrista. Y es que, para poder adaptarse a ese contexto, las sociedades tratan de modificar la estructura de sus instituciones. Al hacerlo, empero, se pierde el sentido de comunidad, advierte Cleary.

Lo más importante, sin embargo, es que en el núcleo del problema de la gobernanza global reside el hecho de que los políticos son responsables ante sus electores locales, mientras que la mayor parte de las amenazas no entienden de fronteras e, incluso, son globales, con lo que no siempre los líderes políticos toman las decisiones más adecuadas a largo plazo.


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